El Hombre Y El Mito

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los mandatarios del interludio democrático, actúa con la convicción de que es un predestinado, y q!
ue su protagonismo ha sido necesario, para que el país no cayese en el vacío.No ha vacilado en utilizar su posición, constitucional, siempre que lo ha creído necesario, para fortalecer su poder.En el año 1971 no adoptó, personalmente, ninguna decisión contra el sedicente militar que intentó derrocarle, encomendándose a sus compañeros de armas que fuesen ellos los que decidiesen la sanción correspondiente. Pero quince años después, designó al sediciente en el mando supremo de las Fuerzas Armadas, como superior jerárquico de sus jueces del pasado."Son un hato de vagos", declaró en una sesión solemne de la Asamblea Nacional, refiriéndose a los miembros del Poder Legislativo. Y en la propia Asamblea, calificó como mercaderes, a la mayoría de los integrantes del Poder Judicial. Ni aquellos ni éstos se consideraron aludidos, porque estaban conscientes de que quien monta la verdad no necesita espuelas.Porque aprendió en su mocedad con los clásicos del pensamiento político que las soc!
iedades no están integradas por arcángeles, y que la corrupción, tanto en el sector público como en el privado, es una lacra que data de las más remota antigüedad, desdeña ciertas actitudes moralizadoras, que forman parte del singular ejercicio de la magia, al que se dedican ciertos apóstoles de la decencia, con un pasado no siempre bruñido por la honestidad.En el estudio de los clásicos, aprendió que "quien gobierna a todos, con todos ha de mudar de afectos, o mostrarse si conviene, desnudo de ellos". Y en la aplicación de ese aprendizaje, rehabilitó, dejándoles hacer y deshacer, a muchos de los que le habían adversado, a la vez que sumió en un aparente olvido, a muchos de los que les sirvieron con fidelidad, en las horas del infortunio. Castiga premiando, cuando le conviene, y cuando no, ha sido deliberadamente olvida...